No cometamos el mismo error
En días pasados meditábamos respecto a la importancia de esperar en las indicaciones de Dios, y hoy a través del profeta nos habla de la importancia de valorar cada oportunidad que nos da; obviamente este fue mensaje que Dios envío a parte de su pueblo que le buscaba y quería hacer su voluntad (Vr. 3) -supuestamente-, pero sabemos bien que no es suficiente decirlo, porque hay que demostrarlo, ¿hasta qué punto este pueblo lo hizo? Leamos la historia.
La respuesta de Dios fue clara, les dio -como siempre hacía- dejándoles a ellos la alternativa de escoger, entre: Si se quedaban quietos allí, entonces el Señor se comprometía a edificarles y plantarles y darles lo mejor en aquella tierra, pero era importante que sacaran de su corazón todo temor hacia el rey de Babilonia -tipo de satanás-; ó, si en lugar de obedecerle, por el contrario no quisieran morar en aquella tierra y de nuevo salieran a ese lugar -Egipto-, entonces morirían a espada (Vr. 16) y les vendría muchas calamidades a ellos y sus hijos. Infortunadamente, y como siempre hacía Israel, otra vez no atendió al profeta (43:) y emigraron a la tierra de su desgracia y desintegración.
En ocasiones nos parecemos a este pueblo, porque pareciera que sí le buscamos porque vamos y pedimos dirección, en oración o a nuestros líderes espirituales, pero resulta que no nos hablan lo que queremos oír, entonces con arrogancia pensamos, "No eso no viene de Dios" y seguimos con nuestros planes torcidos y sin oración, ni revelación divina, hacemos simplemente nuestra voluntad.
Es mejor arrepentirnos y volver a comenzar, antes que caer de nuevo en la esclavitud de Egipto (tipo de inmundicia, rebelión y perdición eterna); recapacitemos, en qué áreas aún no le damos el señorío a Dios, o qué cosas nos ha mostrado que están mal y seguimos fallándole tanto.
Oración. Perdónanos Señor, queremos volver en amistad contigo y seguir adelante para alcanzar ese éxito que ya tienes separado para nosotros, nos arrepentimos de todo nuestro corazón el haberte desobedecido, el haberte fallado, en el Nombre de tu Hijo Jesucristo, amén.