Levántate y resplandece
Juan 5: 6-14
El Señor Jesucristo le hace una pregunta a este hombre que había estado treinta y ocho años paralítico, quizás para algunos fue hasta insólita, pero el Señor conoce la mente del ser humano, quizás se percató de que este hombre en el fondo de su corazón se había acomodado tanto a su enfermedad que, le gustaba hasta cierto punto su condición, a lo mejor podía despertar en la gente a su alrededor lástima y todos hasta le ayudarían, o por lo menos se compadecerían de él, para darle alguna limosna; ocurre igual hoy día en muchos casos.
Otros están en una postración similar pero a nivel espiritual, y de igual manera no quieren salir de allí y acarician su condición, para sentir auto-compasión y provocar en los demás pesar y algo de simpatía. En ambos casos, tanto quien acaricia su enfermedad física, como su condición espiritual, creen ser felices -hasta cierto punto-, y cuando alguien no los compadece y les exhorta a buscar ayuda, se molestan. Esta -quizás-, fue la razón por la cual el Señor Jesucristo hizo la pregunta que a muchos les pareció fuera de lugar; es un hecho que todo lo que ocurre en lo espiritual, afecta nuestro cuerpo, y el Señor Jesucristo al hacerle esta pregunta, prácticamente hace que el hombre se vea confrontado entre su mente y voluntad; el paralítico comprendió que ese era su momento, que tenía que salir de su postración espiritual primeramente.
Más adelante el Señor Jesús se lo encuentra en el templo (Vr. 14) y le hace una advertencia muy fuerte: "...Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor. Esta es la demostración de que el pecado es uno de los orígenes de las enfermedades y por tanto, lo que se genera en lo espiritual, repercute en lo físico; el Maestro sabía qué había en la mente y el espíritu de este que había estado paralítico y le advierte que cuide su sanidad. Seguramente este hombre se impresionaría tanto, que de hecho tuvo que apartarse del pecado; no obstante, quedaría tan asombrado y al tiempo tan avergonzado, para poder comprender ¡por fin! que quien lo había sanado, era ni más ni menos, que Jesucristo de Nazaret (Vr. 15).
Reflexionemos un poco en las palabras del Maestro, no se siente acusado(a), de alguna manera todos cuando llegamos al Señor tenemos algún tipo de postración, pero entonces estas palabras ahora deben ser un alerta para usted y para mi, tengamos cuidado y no pequemos más.
Oremos juntos. Amado Dios, gracias por habernos sacado de nuestra "parálisis", te rogamos que nos perdones si en algún momento nos hemos puesto en peligro de perder nuestra sanidad divina que tú has obrado en nosotros, restáuranos y llénanos con tu Santo Espíritu, en el Nombre de tu Hijo Jesucristo, amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario