martes, 8 de noviembre de 2011

Quebremos nuestro alabastro Juan 12: 3-8

Quebremos nuestro alabastro
 Juan 12: 3-8
 

El tema de la ofrenda es para algunos un conflicto no sólo de fe, sino a veces hasta familiar; mientras para otros se constituye en un gozo impresionante; y es que definitivamente este es un tema de revelación, en el cual el alma del creyente es impactada y desafiada, por la fe en acción, que es precisamente la fe que nos pone en evidencia no sólo delante de Dios, sino de la gente a nuestro alrededor.
Jesús -según leemos en este episodio-, está sentado con un grupo de amigos, incluido Lázaro y es allí, donde una de sus hermanas -María-, que al parecer fue la que siempre entendió quién era Jesús; al no encontrar cómo demostrarle su amor al Señor, le brinda una ofrenda muy especial, quizás a nosotros no nos diga mucho, aunque en nuestros tiempos lo relacionado con perfumería sabemos es bien costoso; más en aquellos tiempos, porque las mujeres solteras tenían por costumbre -en la mayoría de los casos-, recoger algunos ahorros para comprarse un alabastro -frasco pequeño y hermético-, que contenía un perfume elaborado de nardo puro,  que era demasiado costoso y el cual reservaban para el día de su boda, razón por la cual lo cuidaban demasiado; así que no era cualquier perfume el que María estaba derramando a los pies de Jesús.
Esta mujer quiere darle al Maestro una ofrenda especial, y se acuerda de su alabastro y sin pensarlo dos veces, lo quiebra a los pies de Jesús y lo unge, no contenta con ello, le seca sus pies polvorientos y cansados, con sus cabellos; que preciosa escena de amor y adoración. Obviamente, todo el lugar se llenó de semejante aroma, imposible era ocultarlo. Algunos como Judas (Vr. 4-5), no entendieron de qué se trataba esa ofrenda tan impresionante, todo lo midieron por el valor del perfume, que indiscutiblemente era súper costoso, pero que para María significaba su ofrenda más sentida al Dios Todopoderoso.
Nuestro alabastro debe estar siempre listo para que lo derramemos a los pies de Jesús, quizás usted piense que nada tiene para ofrendarle al Maestro, no obstante, no todo se mide desde el punto de vista de las finanzas, porque una ofrenda muy valiosa para Dios es nuestra propia vida, entonces puede ponerla al servicio del Señor, ésta en realidad, debe ser nuestra primera ofrenda, luego, seguida de nuestras finanzas, porque con ello significamos que así como nuestra vida está rendida a Él, todo lo que es de valor a Él le pertenece, porque comprendemos que ha sido Dios quien nos ha dado tantas provisiones.
Una ofrenda nunca será  de aroma tan fragante como la de María al Maestro, si no duele, como le debió doler a ella, no por mezquindad, sino por el precio que significaba, hasta el punto de inquietar y asombrar a los asistentes. Igual ha de ser para nosotros, una ofrenda debe doler, para saber que es de un impresionante aroma, pero también, para que saquemos la mezquindad y la incredulidad de nuestro ser.
Oración. Gracias Padre Dios por este ejemplo de una mujer que entendió que ofrendar sacrificialmente, era su mejor adoración. Amén.

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