Un pámpano estupendo
Juan 15:1-7
En esta oportunidad el Señor Jesucristo usa el ejemplo de la vid (árbol de uva, o sembradío de uvas), y nos podemos imaginar esas hermosas plantas cuando están cargadas de pámpanos -racimos-, que pareciera que las agobia con su peso.
Estos pequeños racimos asidos del tallo, por una delgada rama, recibe permanentemente su alimento, razón por la cual, poco a poco, la uva se va desarrollando hasta hacerse grande y jugosa, aunque es un proceso lento, pero seguro, el resultado es grandes y hermosos racimos.
Con base en dicho ejemplo, Él se presenta ante nosotros como la Vid verdadera, el Padre Dios el labrador -persona que cuida del viñedo-, y quienes le pertenecemos a Él por la fe, somos esos pámpanos que nos vamos llenando de uvas frescas y fuertes -el fruto-. Caso contrario, si nos desprendemos de Cristo -la Vid verdadera-, nos sucederá como aquellos pámpanos que se envejecen, se van poniendo enjutos antes de que su fruto prospere y cuando el labrador va a limpiar la planta, los desarraiga para que no "robe" la sabia que corre permanentemente del árbol, hacía sus ramas.
Entonces el punto hoy de nuestra reflexión es permanecer en Cristo, seamos inamovibles, porque mientras estemos aferrados de Él, seremos pámpanos fuertes, jugosos y apetecibles, por lo cual el labrador, nuestro Padre celestial, nos apreciará y nunca nos arrancará para echarnos al fuego, por el contrario, siempre estará prodigándonos sus cuidados.
La pregunta sería: ¿Es usted un buen pámpano o una vid seca?
Oremos al Señor. Amado Padre celestial, gracias que cada vez que nos sentimos en dificultades, nos haces entender que si estamos fundamentado en ti, nada nos puede suceder, ayúdanos entonces a no soltarnos de tu mano poderosa y que podamos siempre llevarte mucho fruto, te lo rogamos en el Nombre de tu Hijo Jesucristo. Amén.
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